Sus viñedos centenarios que han recibido ya en cuarta generación, datan de 1898 cuando su bisabuela Katalin Iturzaeta cosechó las primeras vides de esta ladera de Aitako.
Su carácter emprendedor, a pesar de un cáncer le dejó a una temprana edad con un solo pulmón, por lo que subía las cuestas del viñedo apoyada en un burro, fue heredado por su padre Antonio Aranzábal. Él, respetando la tradición de su abuela, mantuvo los viñedos, a pesar de que hubo épocas en las que se quitaban viñas para plantar frutales, etc. ya que el txakolí nunca gozó de tanta reputación como durante estos últimos 25 años.
La producción limitada de sus viñedos centenarios y el trato esmerado que dan al vino a lo largo de todo el proceso, avalan la calidad de este txakolí.